lunes, 14 de enero de 2013

Paisajes para minorías:Nueva columna de El Adelanto


Existe un meandro del Tormes a pocos kilómetros de la capital. Un arco de ballesta trazado entre saucedas, peñascos y carrascas. Escasamente conocido, oculta su curvatura en el antiguo camino que lleva de Juzbado a los Baños de Ledesma. A poco más de veinte kilómetros de la ciudad se da cita un cuarteto de paisajes. Una fotografía que uno descubre al caminar con el encinar adehesado de fondo escénico; la que acompaña estas palabras es de un amigo, el geólogo Jabito Jablonski. El regadío aparece como personaje secundario, gozando de todo el protagonismo el bosque de ribera. Un perfil del río que parece nacido de una pintura de Carlos de Haes. Y no quiero dejar en el olvido los peñascos y berrocales, esa tatarabuela del paisaje que es la geología. Aquí el granito que encierran estos bolos, presta al ambiente cierto romanticismo salvaje.

El camino comienza junto al río, entre vallados de piedra que son un patrimonio en peligro de extinción en medio de la concentración parcelaria. Estos muros vivos, nutridos de musgos y líquenes comparten un recoleto rincón junto los huertos de la Vega Chicha. Allí queda en el recuerdo alguna noria que vertía sobre los canteros de cebollas y los nogales que sombreaban al hortelano. Pero lo más atractivo comienza al avanzar un trecho. Cuando se empina el suelo y suda la frente. Al elevarse sobre la orilla, empezamos a dominar el territorio con la vista, la vegetación se empequeñece tomando el conjunto tintes de maqueta. Y en el alto surge la sorpresa, el meandro se muestra tímido y acogedor. Garzas y garcetas pincelarán espontáneamente la escena, pues tienen sus nidos a pocos metros.

Pero de nuevo nos asaltará la diferencia. Volveremos a descender en la senda y nos embargaremos de encinas y barceos. Esquivaremos las lanchas y bolones de piedra y empezaremos a descubrir en la media distancia los adehesados aledaños. Cortejados por esta vegetación, podremos pensar en el centenar largo de años que lleva allí gran parte del arbolado. Ya en medio de esta bruma verde surgirá el Balneario de los Baños. Como si no quisiera mostrarse, en un lugar privilegiado. No será la ruta completa sin asomarnos desde el puente, aguas arriba y aguas abajo, para contemplar agradecidos la herencia de este patrimonio.

A todas las personas que han hecho esta caminata les extraña el poder de este lugar, la autenticidad de todo lo que el camino muestra. Pero sobre todo les sorprende su cercanía, el hecho que a veinte minutos del tráfico y sus ruidos puedan relajar sus oídos y su ansiedad. Si quieren echar una mañana o tarde diferente, acérquese hasta Juzbado, la ruta está señalizada y no tiene pérdida. Esta comarca tiene sus valores y encantos, y sin dejar de lado a las sierras de las que tanto ya he hablado, también es necesario divulgarla y ayudarla. Desde Villamayor a Ledesma hay un manojo de pueblos y escenarios que hay que visitar. El Tormes se merece una ruta turística con su nombre al tener calidad y calidez. Las Sendas del Tormes son más de lo aquí contado, ya desgranaré otros espacios a recorrer libres de turistas y autobuses, pero con ganas de recibirlos sin morir de éxito.

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