lunes, 8 de octubre de 2012

Conservas y huertos en tiempos de crisis


Pronto vendrán las heladas y las hortalizas de verano darán paso a las del otoño e invierno. La primera helada que venga se llevará por delante gran parte de las plantas de las que nos hemos alimentado en el estío, con lo que habrá que quitar a manos llenas tomates verdes y maduros, pimientos, calabacines y demás viandas. Cuando esto ocurra habrá que embotar para que no se pierda lo trabajado, y muchos conocemos poco de este campo de las conservas.

Siempre he repetido las mismas fórmulas que no son muy creativas, así que este fin de semana he tratado de poner remedio al poco conocimiento que tenía del mundo de las conservas. De la mano de Salomé Casado y Julián Pérez, dos profesionales del Centro Zahoz de Cepeda dedicado a la etnobotánica y conservación de agrodiversidad, hemos aprendido las distintas técnicas de la conservación elaborando más de quince recetas. Y digo hemos, porque estábamos catorce hortelanos motivados como alumnos en el Alberge de Endrinal, llevado por los amigos de Balata. La verdad que hemos salido más motivados aún de lo que veníamos con este mundillo. Les podré el estómago a rugir con algunas de las combinaciones: mermelada de calabaza y almendras, dulce de pimientos, paté de berenjena, chutney de manzana, cabello de ángel…En fin, una provocación para las almas creativas en la cocina y una solución rentable para comer hortalizas en los meses fríos, cuando los huertos están produciendo otras verduras.

Esta costumbre, bastante olvidada de saber conservar para aprovechar el resto del año, se ha perdido en gran parte y son ya pocas las personas que lo hace en los pueblos. Antes no es que fuera lógico hacerlas sino que era necesario, pues formaba parte de las estrategias económicas para subsistir con pocos medios y comer sano, no lo olvidemos. Pero ahora todo lo compramos hecho y la calidad no es comparable. Aunque de nuevo la endemoniada crisis nos va a actualizar estas tradicionales maneras de hacer. Recuperar los huertos y el procesado de sus frutos ya lo están poniendo en práctica ayuntamientos como Monterrubio de la Armuña y Santa Marta, con agradecida aceptación de sus vecinos; o el Banco de Huertos de Sierra de Francia y Sierra de Béjar de la Asociación de Agricultura de Montaña, que presta terrenos a quien necesite cultivarlos, cedidos por quien no los aprovecha.

No puedo pues por menos que alegrarme de la propuesta de Carbajosa de la Sagrada de poner en funcionamiento 75 huertos para dar apoyo a las familias en situaciones más débiles. Es una acción necesaria donde se mezcla la ayuda en la economía diaria y la alimentación sana. Y más sana y económica será aún para quien cultive en ecológico, no teniendo que comprar químicos sintetizados de manera artificial, que lo que solucionan por un lado lo fastidian por otro. Mis más sinceras felicitaciones a los proponentes y ánimo a los futuros hortelanos.
 
No quiero concluir sin un breve comentario. En los últimos años, cuando he participado en coloquios o charlas en relación a la cultura ambiental, muchos de los que trasmitíamos nuestros conocimientos hemos vaticinado que el modelo de sociedad de consumo y deuda en el que vivíamos tenía el camino corto. Cuando en dichas sesiones comentábamos que llegaría el día en que los huertos familiares se podrían de nuevo en uso, los comentarios de parte de los asistentes han ido de la mofa a la descalificación.  Pues bien, la crisis que nos atropella nos ha dado por desgracia la razón, y creo que esta época de las consecuencias en las que vivimos nos depara más retornos a los usos de los abuelos. Tiempo al tiempo.

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