lunes, 27 de febrero de 2012

Fuegos de Invierno: de nuevo en El Adelanto


He tenido el disgusto de asistir en numerosas ocasiones al tétrico y cautivador espectáculo de un incendio nocturno. Hace 20 años recorrí en un noche de septiembre “el río del olvido” de Julio Llamazares. El Curueño, cauce de la infancia del escritor, se perfilaba luminoso aquella jornada, encarnadas de llamas las laderas del valle que le acunan. La escena asemejaba una romería infinita de antorchas, tan atractiva como devastadora. Era la manifestación de una queja de las gentes de aquellas poblaciones. Pocos años después extinguimos un conato en Crémenes, a unos kilómetros del anterior, donde un sabinar relicto peligró por un descuido estival. El tiempo pasó y  fue La Alcarria la que ardió hasta las dos mil hectáreas. Todo un desplegué de medios y miedos en el monte. De nuevo el verano como mecha de incautos y temerarios.

También pasé una temporada por Covaleda, en Soria, donde los pinos comunales no ardían, pues la población vivía del monte y al pirómano lo ajusticiaban de manera atávica. Pero cerca, en los bosques de Matamala algunos lustros más tarde, paseé por el silencio de la negrura. Otras dos mil hectáreas vestidas de luto sobre los cadáveres de pinos resineros. La producción de setas llevadas al traste durante una larga temporada.


Pero los incendios invernales son un nuevo despropósito. Delincuentes conscientes del daño que buscan, egoístas personajes llevados por la venganza, los intereses creados o la más pura ignorancia. Han prendido el entorno de Sanabria y los últimos días las proximidades de Béjar y Sorihuela. En la noche de pasado miércoles fui una vez más testigo del luminoso biocidio en Los Concejiles, junto al parque eólico. Resulta difícil justificar estos delitos en un invierno seco donde el paisaje se transmuta en yesca. Una vía eficaz para hundir más, si cabe, las economías locales y despeñarlas hacia la ruina.

Condeno desde estas líneas todos y cada uno de los incendios que se provocan cada año y a sus autores. Que sepan que están atentando contra la vida presente y futura de estos pueblos, siendo también cómplices quienes los encubren.

Compleja la situación del medio rural, en este incipiente año, rodeado de problemas que lo lastran al abandono. Sus habitantes seculares y los neorurrales que se han instalado en las últimas temporadas son unos auténticos héroes románticos. La apuesta es cada día más dura y la última estocada está siendo la retirada de las ayudas a los nuevos yacimientos de empleo. Tanto corte y recorte hace peligrar cualquier recuperación. Podemos establecer la analogía con el desmoche a la encina: si se realiza en la medida adecuada el árbol se recupera, mas cuando se exagera y se vuelve desproporcionada, la estamos condenando a muerte.

Pero bueno, como dicen por el pueblo siempre que ha llovido ha escampado, aunque en este momento el refrán se vuelve un poco paradójico.  No me gusta caligrafiar esta columna de pesimismos varios, pero tampoco es conveniente abanderar optimismo camicaces.  Lo que sí me llena de esperanza son personas como Javier y Alicia que recientemente se han asentado en Mogarraz para hacerse cargo de Museo de las Tradiciones con el fin de dinamizar pueblo y entorno.  O mis amigos de la marca de aceite centenario Soleae que apostaron por Herguijuela y siguen en la brecha. Estas vocaciones son las que mantendrán vivos los pueblos, lo demás, como diría Tony Garrido, es ruido o silencio.

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