Hace unos días
asistí a un seminario en Valladolid convocado por la Confederación Hidrográfica
del Duero. El motivo del encuentro se focalizaba en la presentación del
programa de mantenimiento y conservación de cauces de dicha institución. Los
allí convocados como escuchantes representaban a 10 entidades de
Castilla y León, fundamentalmente, responsables de los programas de voluntariado en ríos durante el 2012.
Castilla y León, fundamentalmente, responsables de los programas de voluntariado en ríos durante el 2012.
En
la sesión intervinieron distintos técnicos implicados en esta materia, dando su
punto de vista en relación a todos los parámetros que intervienen en la
restauración y preservación de las
riberas. No puedo por menos que destacar la intervención del comisario de
aguas, Ignacio Rodríguez, quien hizo una consciente y coherente defensa de las
actuales labores de recuperación. Ésta se centró en la retirada de motas,
pesqueras, canalizaciones y otros obstáculos que condicionen el natural
discurrir del agua. Incluso mostró imágenes de algunos embalses con explotación
eléctrica cuya licencia había caducado.
Reconozco
que me impresionó este nuevo discurso. Sobre todo porque a lo largo de la
intervención me pareció estar escuchando a un representante de las
organizaciones ecologistas de los 80 y 90. Entonces los meandros, curvas y
recurvas se alineaban el tramos rectos de escuadra y cartabón. Los suelos
supuestamente ganados al río se cultivaban e incluso se construía en ellos, con
los consiguientes daños cuando el río volvía por sus fueros. En aquel momento,
cuando se levantaban todas estas obras,
los grupos de defensa de la naturaleza apostaban por la fluidez secular
de las corrientes y criticaban estas costosas obras de dudosa utilidad. La
contra - crítica se cimentaba, o cementaba, en honor al progreso y al
desarrollo, siendo todos los que se oponían a las mismas, adalides de la vuelta
a las cuevas e ignorantes del provecho de las nuevas tecnologías y sus frutos.
No
han pasado en muchos de los casos ni 20 años y se ha demostrado la
inconveniencia de tales intervenciones. Se da la paradoja que los mismos
obreros que manejaban las palas, retroexcavadoras y hormigoneras para levantar
aquellos elementos son los mismos que ahora los desmontan. Bienes cierto que
son los más cualificados para hacerlo, pues conocen perfectamente cómo se
elevaron.
Pasado
este tiempo a uno le entra la sensación de ir siempre a contrapelo. No como
postura, de criticar por criticar, sino por las circunstancias que rodean a
cada lustro, década o quinquenio. Mantener una idea a lo largo del tiempo
basada en el conocimiento y las experimentación, se convierte cada vez en un
acto más complejo. Las verdades técnicas también mudan con las estaciones y
anualidades provocando que la realidad se antoje tornadiza.
Seguramente
se debe a todo esto la complicidad que tengo con el mirlo de la imagen. Como
saben, estas aves visten de luto permanentemente, pero en ocasiones surgen
individuos como éste que nadan a contracorriente. Nuestro amigo luce una única
pluma blanca en su cola, como queriendo revindicar algo que desconocemos o
ya olvidamos. En fin, si ustedes ven
aparecer una pluma blanca en su negra vestimenta, no se asusten, será un matiz
de albina esperanza en medio de tanta oscuridad presente y futura.
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